jueves, marzo 09, 2006

Historias de piano

"Historias de piano" es un serial de relatos que narra las vivencias personales y profesionales de un virtuoso pianista llamado Arturo.

Capítulo I: El pianista


El inmenso teclado se extendía ante él. Teclas blancas y teclas negras ordenadas y alineadas simétricamente, como esperando en fila a los dedos que las dirijan. El pianista colocó las manos en posición encima del teclado, vaciló… no tocó nada, las manos volvieron a desplazarse fuera del teclado.

Le llamaban Arturo, pero nadie podía asegurar que fuese su verdadero nombre. Tenía la costumbre, la manía o el vicio de llamarse con diferentes etiquetas. Cada noche elegía de su abanico de pseudónimos o agregaba uno nuevo: Luis, Alfredo, Tomás, Roberto, Adrián e incluso Charlie, entre otros. Cada noche podía elegir uno de estos u otro cualquiera, su auténtico nombre sólo lo revelaba en contadas ocasiones. Aun así, aunque pocos puedan afirmarlo, su verdadero nombre era Arturo.
Respecto a la edad, ocurría lo mismo que con su nombre: decía el número que más le interesaba en la situación en la que se encontraba. A algunas mujeres se presentó con 27, a otras con 29, 25, 30, 28 e incluso 33 (la más alta, que por cierto no le creyeron). En realidad tenía 29 años.

Una vez más se quedó contemplando en silencio el piano vertical. Podía tocar cualquier cosa, pero no sabía qué interpretar. Miró las teclas sentado en la butaca, pensando en las historias que guardaba cada nota… Debajo del teclado, debajo de las 88 teclas se escondían tantas cosas, el instrumento era un torrente de recuerdos que se agolpaba en la memoria del pianista, siendo imposible reordenar tantas vivencias en unos segundos. Y lo que aún quedaba por aparecer, son infinitas las combinaciones de un piano. Una tos fuerte irrumpió sus pensamientos, suspiró… había comenzado a escribir una nueva partitura, llevaba los dos primeros sistemas y no le gustaba lo compuesto. Cogió el papel del atril, lo arrugó y lo tiró al suelo. Ese día era uno de esos en los que veía a su instrumento como un odioso compañero, todo lo que tocaba le disgustaba, últimamente no le convencía nada. Así que se dio por vencido y cerró la tapa del piano.

Fue a la cocina y bebió un vaso de agua, tosió, esperó un instante, lo llenó de nuevo y volvió a beber. Regresó a la habitación del piano y repasó su horario de clases de mañana: tenía cuatro alumnos. Ya casi era medianoche, pensó que quizás fuera encontraba algo interesante que le entretuviera. En ese instante, su móvil sonó.
- ¿Sí?
- ¿Qué pasa artista, cómo te encuentras?
- Hola Dani. Me encuentro mejor, gracias, iba a salir ahora mismo.
- ¿Reanudas tus salidas nocturnas? -preguntó Dani con tono burlón.
- Sólo iba a tomar una copa.
- ¿Nos vemos? Ya he contactado con la sala Verdi, así te cuento qué ha ocurrido.
- De acuerdo –accedió desesperanzado.
- ¿Qué te parece a las doce en el Café Jazz?
- Bien, nos veremos allí.

Arturo se puso el abrigo de cuero largo y entró al cuarto de baño, donde más que asearse cuidó su imagen: se miró en el espejo unos segundos y optó por peinarse mejor. Luego abrió la puerta, fuera llovía, así que cogió un paraguas antes de marcharse.


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