domingo, enero 28, 2007

El elefantito

(Desvaríos noctambulares)

- ¿Qué le pasa?
- Lo que más quisiera es que me tragara la tierra.

- No, hay que hacer como los elefantes que, cuando están tristes, se alejan.
- No sé si estoy triste porque no soy libre, o si no soy libre porque estoy triste.



Al final de la escapada (À bout de souffle)
Jean Luc Goddard





domingo, enero 21, 2007

Confesiones a Woody Allen (III)

(Desvaríos noctambulares)


Buenas noches, Woody. ¿Qué tal?

Esta mañana fregué el garaje escuchando Billie Holiday, un disco que le regalé a mi hermano en Navidad. La primera pista da nombre al álbum, la famosa Blue Moon, encantadora. Me hizo sentir muy bien, muy agradable... Hace mucho que no hablamos, ¿eh? Tengo que reconocer que ganas no me han faltado. ¿Pongo el Blue Moon? Venga, ahí va.

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Un amigo me estuvo hablando sobre el utilitarismo, su postura era que no debíamos basarnos en ello. Y es lógico: no podemos juzgar las decisiones que tomamos por su acabado final… Uno puede trabajar un huevo, pensar detenidamente qué paso dar, y, aunque merezcas el éxito, puedes fracasar y encontrar con que te han mandado a la mierda, ya sea directa o indirectamente. La vida no funciona así, me dijo mi colega, las decisiones que tomamos están justificadas por su contexto a pesar del resultado, es nuestra capacidad de actuar lo que hay que tener en cuenta. Con el paso de los días me cercioro de que estoy siendo más distante con el mundo; a pesar del distanciamiento, los factores externos están íntimamente relacionados conmigo y me perjudican. Me siento muy sensible, y esto puede ser peligroso. ¡Me voy a romper si no me invento una forma de autocontrol! ¿Te enteraste de lo que quiero decir? No, Woody, no tengo instinto suicida…

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Llegan de nuevo los exámenes, este cuatrimestre tengo solamente tres: el primero creo que lo suspenderé, el segundo es con el que tengo más posibilidades y el tercero no podré hacerlo… ¡qué bien! ¿Eh? De todos modos, los exámenes no me preocupan mucho. No sé si lees lo que escribo por aquí de vez en cuando (aunque desde tu posición al fondo lo tienes algo difícil, a pesar de tu enorme gafa pasta), al final mi careto formó parte de la orla. La última vez que hablamos te conté mi visión acerca del último año de carrera… está siendo tal y como preveía, sólo lo salvan mis colegas sectarios, lo demás: ¡sólo hay alivio y dolor, como diría Nacho Vegas! Pero ha habido algunas sorpresas…

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No me lo creo todavía, pero he escrito y dirigido mi primer corto. Aún no he hablado oficialmente de esto (pronto lo haré) y ha sido una gran experiencia. El corto, durante algo menos de 3 meses me ha consumido por completo, ha sido como una droga: lleno de momentos de placer y dolor, aunque de momento ha sido por ahora más de lo último, culpa de mi pesimismo e inseguridad.
Ayer fue la exposición de todos los cortometrajes en clase, estaba bastante nervioso y no me sentía muy bien (me pregunto qué sentirías tú cuando presentaste tu primer trabajo de estas características). Durante la proyección hubo momentos de silencio absoluto… y me pregunto si la historia estaba haciendo mella y de ahí tal reacción. Pero luego, fue el corto que sólo tuvo aplausos y no vítores alocados de coleguitas, dos sesiones de aplausos interrogantes. Yo he quedado satisfecho con el corto, todavía me gustaría corregir un par de cosas. Espero hablar pronto más a fondo sobre este trabajo.

¡Por cierto! El día que comenzamos el rodaje era tu cumpleaños, eso es una buena señal, espero…

Sí, no te enfades, sé que tengo limpiar el estudio y que tu coronilla tiene un poco de polvo, pero dame tiempo…


sábado, enero 06, 2007

Cowboy de medianoche: el sonido de la guitarra

(Relatos bajo el flexo)


Carolina estaba arrinconada en la espalda de Alex, entró después de él y echó una furtiva mirada a la acogedora habitación, en sus manos, los dedos se entrecruzaban unos con otros. Alex le ofreció una copa, le preguntó si tenía frío para cerrar la ventana y otra serie de preguntas cuidadosamente medidas y planificadas para intentar calmarla; no lo conseguía, Carolina negaba y sus dedos se atropellaban en las manos. Entonces, el experto y experimentado Alex decidió tranquilizarla con el contacto físico: dio un paso hacia ella y la tomó por la cintura con las manos.
- ¿De verdad no te apetece nada?
Desplazó las manos de las amplias caderas y la tomó del vientre, cerca del sexo. Carolina retrocedió asustada, avergonzándose todavía más por su reacción, Alex se preocupó al intuir que su simple caricia la había abrumado aún más.
- Perdona, intentaba acomodarte.
- No, perdona tú -se excusó ella- no debería haber venido.
- ¿No quieres estar aquí?
- Perdona, qué pensarás de mí… Querer sí quiero, pero no así.
- No te preocupes si no quieres, pero ¿"no así"?
Carolina bajó la cabeza avergonzada, titubeó al no saber cómo explicarse, en un arranque de decisión concretó:
- ¿Por qué quieres acostarte conmigo? Mis amigas me animaron a intimar y yo me decidí, ¡es cierto! Y te lo agradezco, has sido muy amable y atento, demasiado quizás.
- No entiendo… veníamos a pasar un buen rato juntos. Si no quieres ahora, no pasa absolutamente nada, pero explícate, por favor.
Carolina empezó a sollozar, llevándose las manos a la cara.
- ¿Por qué quieres tú? -decía entrecortadamente-. Tú en verdad no quieres, ¿es que no me ves?
Alex se vio anulado, había sido testigo y partícipe de situaciones muy peculiares con mujeres, pero no supo reaccionar en ese momento, ninguna chica se había mostrado así con él. Seguía sin comprender del todo, pero ciertamente sospechaba lo que quería decir...
- Sigo sin entender, Carolina.
- No te hagas el ingenuo, por favor… -se tomó su tiempo para la dura confesión-: me refiero a que no soy precisamente guapa. Estoy gorda y tengo manchas de piel en la cara… puede que esto no te moleste demasiado, pero si tocaras mi espalda te repugnaría las ampollas que tengo, no es algo muy agradable para ti.
Carolina estaba realmente afectada por su aspecto físico… No estaba literalmente gorda, era una chica con una ancha constitución física, de ahí que el volumen de su cuerpo fuese pronunciado; su rostro tenía claramente unas manchas en la piel, posiblemente de nacimiento; y Alex podía imaginarse el dolor y el complejo que atormentaba a la pobre chica con sus heridas.
- Sí -continuó con amargura-, nadie ha querido acostarse conmigo, no me extraña que no sea deseada, lo comprendo. Pero tú, aunque con buenas intenciones, simplemente quieres echar un polvo, y aunque lo desee, no quiero acostarme con alguien que me vaya a considerar un frío polvo, rápido y olvidadizo. Tu amabilidad no es otra cosa que… que pena por mí.
- ¿Cómo puedes deducir eso? -reaccionó Alex claramente molesto, pero enseguida observó que debía suavizar su tono-. Estás tomando conclusiones al aire sin saber qué es lo que pienso. ¿De veras me crees así? Estás muy equivocada, Carolina. Yo no me acuesto con cualquiera, lo decido con total convencimiento y es lo que quiero.
A Alex le molestó profundamente las interpretaciones a las que había llegado Carolina, le había decepcionado, pero no podía irritarse: más que enfado, sentía pena por la concepción que tenía Carolina de sí misma.
- No dudo que hayas sentido desprecio por parte de ridículos amantes con más lascivia en los ojos que visión crítica. Ese tipo de gente cree que se acuesta con la mejor selección, que follan como mejor se puede. Me río de ellos, porque lo que en verdad seduce es la mente, el verdadero placer no está en el cuerpo, sino en el interés y la motivación que hay en ese cuerpo… Una pasión física puede ser intensa, pero vacía y limitada, es la mente la que condiciona todo: mente y cuerpo es la pasión por antonomasia, la entrega perfecta. Cuando te vi y hablamos me pareciste una chica muy interesante, y el rato que pasamos lo corroboró, me atrajo tu mente y me seduce tu cuerpo, por eso estás conmigo, para mí no tiene ningún sentido que pienses que actúo de modo contrario.
Carolina no supo qué responder, pero su ánimo no varió un ápice. Alex no sabía qué hacer para convencerla de su postura, si no lo lograba lo lamentaría mucho, la autoestima de esa chica probablemente decaería más y más. Carolina había detenido su mirada en la guitarra española que tenía Alex abandonada en el rincón.
- ¿Quieres verla? ¿Sabes tocar?
- Un poco -respondió ella-, no hace falta que la saques.
Pero Alex ya había cogido el instrumento y lo sacaba de su funda de tela.
- La tenía mi padre, así que te puedes hacer idea de lo cascada que está. Yo sólo sé tocar un par de acordes, pero no puedo sacarle un sonido limpio.
Alex tocó un desafinado acorde de La Mayor y frunció el ceño, luego sonrió bromeando:
- Inténtalo tú.
- Uf, está bastante mal -dijo totalmente concentrada al probar el instrumento, y por tanto, más relajada que antes-, no sólo el sonido, sino también el cuerpo. Pero creo que puedo mejorarlo.
- Ya te dije que estaba muy cascada…
Carolina afinó la guitarra lo buenamente que pudo, luego tocó el principio de una obra para calibrar el nuevo resultado de la afinación.
- Mucho mejor, y esa obra es muy bonita -opinó Alex al reconocerla- Mi padre la tocaba, ¿era de Leo Brouwer?
- No, es una obra de Agustín Barrios: Julia Florida.
- Tócala por favor.
- No, no… hace mucho que no la toco.
- Necesito escucharla, como salga…
Convencida, Carolina se concentró rápidamente y empezó la obra con tempo de habanera, relajada, tranquila, sacando su jugo en cada frase, en cada secuencia de acompañamiento de aquella pieza tan hermosa. Alex se quedó totalmente fascinado: Carolina había sacado de esa andrajosa guitarra un sonido tan limpio y brillante… corrigiendo intuitivamente los fallos que tenía la guitarra, que eran muchos, había prestado atención a la distancia del puente descolocado, a los trastes oxidados, a la tensión de sus dedos en las cuerdas herrumbrosas y a otros detalles que ahora pasaban desapercibidos en sus manos… Aquella chica había hecho un prodigio y Alex había experimentado una agradable sensación y lo admiró, se sintió en calma, y al terminar la pieza Alex estaba deseoso de un inminente acercamiento.

Ella terminó, sonrió levemente y dejó la guitarra en la pata de la cama, esperó a que Alex dijera algo, pero al ver que no decía nada preguntó:
- ¿No te ha gustado?
- Tú misma acabas de demostrar lo que he dicho.
Aún no había terminado la frase cuando se levantó y se dirigió decisivo hacia Carolina, la besó y ella le respondió, su cuerpo cayó rendido y tentado y se tendieron en la cama. Alex la desnudó y se desnudó, pasó por su piel cálida y manchada, acarició los furúnculos y las pústulas de la espalda, se la besó y ella se dejó, entregándose por completo y permitiéndose hacer también. Para nada fue algo triste, rápido y olvidadizo.

No pudo ser mejor, pero Alex comenzó el día siguiente con el sentimiento amargo que creía haber vencido anoche… Cuando se despertaron y Carolina se fue tras la puerta, con esa mirada ocultando algo y esa tímida sonrisa de satisfacción, Alex supo que no la había convencido: la chica se marchó con la autoestima intacta, creyendo que lo ocurrido aquella noche fue fruto del remordimiento.



Ilustración: Canta, guitarra, canta, Cali Rivera

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