jueves, noviembre 30, 2006

Calles de Motril

(Desvaríos noctambulares)

El viernes 24 fui a Motril para ver de nuevo (pero esta vez en acústico) a Quique González. Era una excursión que necesitaba. Fue una noche muy especial, tanto por el concierto, que fue una maravilla, como por otros detalles imprescindibles.

Mi amigo Javi y yo guiados por el colega Don Mendo, el líder esa noche: estábamos en su terreno, tenía las entradas del concierto, una casa en la que guarecernos y controlaba la llegada de las demás chicas (lo más importante, claro).

Yo empezaba a ponerme nervioso, pero no en el hotel Los Ángeles como Quique, sino en la entrada del Alcampo: ¡estaba esperándonos Sabejal! Por fin, tras tantas citas atrasadas, sería esa noche la propicia para conocerla, no sabía muy bien qué hacer ni qué decir y ya no quedaba tiempo. Así que allí estaba ella, radiante, lindísima, tan dulce… luego brindamos por el momento en que nos conocimos, lo requería, siguiendo la melodía de la canción de Los Rodríguez.

Una vez reunidos entramos al Calderón de la Barca, el teatro romano de Motril del s. XIX, junto a la tímida hermana de Don Mendo y su amiga. Dentro nos esperaban la simpatiquísima y encantadora Jerseygirl y su dicharachera compañera Rosa.

Se apagaron las luces y Quique salió al escenario, aplausos... algún "¡Guapo!" entre las chicas, y el artista confesó que no se había preparado una lista de canciones, que si queríamos pedirle alguna… Todo el mundo, claro está, empezó a bombardearle con peticiones. Tímido, bajito, muy amable y poco hablador… el auténtico Quique (afeitado de nuevo), entregándose en el Calderón de la Barca, un concierto muy íntimo, el público estaba hipnotizado.

¡Qué concierto en acústico apoyado en su inseparable guitarra! Luego al piano otras tantas canciones, y no pudo faltar su armónica a la vuelta. Ante nuestra sorpresa, las canciones predominantes fueron las más íntimas de sus discos, propicias para versión acústica. También interpretó otras ya conocidas por todos pero inéditas aún en álbum, como Avería y redención. No faltaron clásicos como La ciudad del viento, Salitre, Kamikazes enamorados o Pequeño rock and roll.

Quique se defendió muy bien a la guitarra y al piano, he de reconocer que no me esperaba un concierto a solas tan bueno: ¡cómo marca el acompañamiento melódico en su guitarra! Algunos momentos destacados:

- En todos los conciertos hay un nota, dice Don Mendo: esta vez fue uno que le pidió constantemente Palomas en la quinta, pero fue demasiado pesado e incluso desvergonzado. Quique no la cantó.

- Lo sorprendente: Quique nos descubrió una nueva canción de título desconocido. Se la dedicó al técnico de luces. Es lenta, muy sugerente... recuerdo particularmente un par de versos: "Yo sueño con la chica de los ojos tristes (...) las camareras sueñan con llenar los cines, los chicos con poner el turbo".

- Lo más gracioso: a Quique le pidieron 7/11, ¡pero no la recordaba! Tuvieron que recordarle la letra, pero en la siguiente frase volvió a olvidarse... finalmente tuvo que dejarla para otra ocasión, que así sea.

- Las imágenes: (1) Quique bebiendo de su cubata (le pusieron dos). (2) El gesto de coger el cigarro y traerlo al piano… (3) y ese humo de tabaco que subía en volutas detrás de él mientras interpretaba al piano.

- Muchos momentos desgarradores, sobre todo para almas inquietas: los arpegios y la letra de De haberlo sabido, la tranquilidad de Piedras y flores, y como siempre: Pequeño rock and roll.

- Y el recuerdo más bonito de la noche, la última canción: Quique le dedicó Aunque tú no lo sepas a una pareja que había venido desde Madrid únicamente para verlo. Tenían que volver enseguida a su ciudad porque entraban a las ocho de la mañana a trabajar. Les valió la pena.

Terminó el concierto, aplausos, la gente se levantó, vi cómo una chica fue al escenario y le pidió a Quique su púa (cómo podría negarse él…). Salimos del teatro pero nos fuimos a la puerta de atrás, a la espera de conseguir hablar con él. Allí estábamos, charlando entre nosotros sobre el concierto. De pronto, Quique se asoma al balcón y nos dice: “Hola, ¿qué tal?”. Y alguien responde: “Nada, esperando por si no te importa echar unas fotos”. “Claro, ahora bajo”, respondió con total sinceridad. Segundos después se abrió la puerta y salió a la calle: besos para las chicas, apretones de manos para los chicos. Muchos “gracias, Quique”, firmas de discos, fotos… Como él es: tímido pero muy amable. Y ahora una exclusiva: Javi le preguntó una de las preguntas que maquinábamos en el trayecto de ida: “¿Para cuándo un dúo con Antonio Vega?”, a lo que responde el cantautor: “es que aún no se ha prestado el momento”. Así que esperaremos. Quique preguntó por un buen lugar donde salir a tomar algo y Don Mendo le explicó. Despididas, otro apretón de manos... ¡Hasta la próxima Quique!


Después nos fuimos a tomar unas tapas, qué buena charla. Luego al piso de Don Mendo, con Bob Dylan de fondo. Pero las chicas tuvieron que irse… de modo que nos quedamos los tres mosqueteros por las calles de Motril hasta parar en una plaza. Una mujer nos preguntó qué hacíamos tan tarde de botellón, y un heavy se unió en la parte final de la charla para darnos sus extremistas puntos de vista sobre la música y las mujeres. Hora de volver a casa, a dormir…

A la mañana siguiente (mejor dicho a la tarde siguiente): rememoramos el concierto con algo de resaca, más Bob Dylan, sonaron Miles Davis y Nacho Vegas. Hora de volver a Málaga… como no nos apetecía la autopista, nos fuimos por la costa.

Gracias a todos los presentes.

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Por último, para acabar el comentario de hoy, enlazo el concierto de Quique con el meme pendiente que me encargaron Ma’heona’e e illeR. Por lo que he visto, han corrido dos variaciones del meme: una respondiendo con los títulos de las canciones y otra en el que se podían insertar versos de las canciones. Mezclo las dos.


-Cuestionario hecho por: Carlos, (Sr. Chow).
-Nominado por: Ma’heona’e e illeR.

Artista o grupo elegido: Quique González (no quiero ser pesado, puedo elegir otros, pero ahora que me pongo comprenderéis que en este momento no hay otro mejor).

¿Eres hombre o mujer? Pequeño rock and roll, veraneante accidental en la ciudad del viento (Pequeño rock and roll, La ciudad del viento).

Descríbete: No me conoces bien, soy un desastre (A cara de perro).

¿Qué sienten las personas acerca de ti?: Desnudo, como un chiquillo recién nacido (A veces se me olvida).

¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental?: Discos de antes (Discos de antes).

Describe tu actual relación con tu novio(a) o pretendiente: De haberlo sabido no hubiera dado todo en un principio, pero piensa en mí, tal vez necesite tu amor.(De haberlo sabido, Piedras y flores).

Dónde quisieras estar ahora: En el hotel Los Ángeles (Hotel Los Ángeles)

Cómo eres respecto al amor: Siempre mide mal, causando desperfectos. Como kamikazes enamorados (Kamikazes enamorados).

Cómo es tu vida: Hay veces que lo bordas y veces que lo tiras por la borda (Por la borda)

Qué pedirías si tuvieras un solo deseo: Es personal no te voy a mentir (Personal).

Escribe una cita o frase sabia: Juégatela un poco, valiente (Te lo dije), Extra: Todos mis planes caben en una canción (Arañazos de piel roja).

Ahora despídete: Ya sé que estás a punto de decirme adiós (Pequeño rock and roll).

viernes, noviembre 24, 2006

Posiblemente un desvarío noctambular

(Desvaríos noctambulares)

Otra vez se está acumulando el polvo en el estudio, lo sé. El Sr. Chow se detiene poco para escribir para él mismo y rara vez visita a sus visitantes. No se cumplen los planes previstos: el concierto prometido no está montado, el capítulo diez de Historias de piano aún no está escrito, los relatos bajo el flexo brillan por su ausencia, las horas de cine son escasas y no hay tiempo para desvaríos (bueno, haberlos los hay, es pan de cada día, pero transcribirlos a la palabra escrita es otra tarea). Tanto tiempo fuera del estudio, dedicado a otros menesteres; más cansado, más consumido, más delgado, a veces más triste… La vida parece más fea. Pero siempre queda la jodida costumbre de imaginar, no: esa nunca falla.

Pero en las próximas horas de la noche de hoy, viernes, toca evadirse, se necesita. Y porque hay que repetir

Ahora que lo pienso, esto posiblemente sea un desvarío noctambular, tiene toda la pinta.

miércoles, noviembre 15, 2006

Gaudeamus igitur

(Desvaríos noctambulares)

Cuando esta tarde salía de clase de la prometedora (pero al final tediosa, como suele ocurrir en mi facultad) Análisis audiovisual, llegaron a mis oídos la noticia de la orla. En una de las vitrinas de los tablones habían pegado dos hojas para apuntarse a eso de las fotitos. Mi reacción fue instantánea, y puede parecer antisocial, pero no me motivan para nada esos adornos oficiales y burocráticos enmarcados (o enrollados en un plástico en el fondo de la repisa más alta del armario, donde, por ejemplo, guarda polvo la orla de mi instituto).

Tomando como modelo la orla de bachillerato: ¡Salí fatal! Con la cara chupada, los ojos entrecerrados, feo, escuálido y nebuloso… podría pasar por alcohólico o heroinómano. Encima, mi madre tiene enmarcada mi preciosa foto, tamaño mediano, en uno de los muebles del salón. Últimamente suelo decir a los que me soportan que dentro de diez años posiblemente me convierta en alcohólico... forma parte de mi humor. ¡Pero la dichosa foto de la orla del instituto parece dar crédito a ese futuro! Ya imagino, como secuencia macabra y onírica: los profesores de mi antiguo instituto repasando encorvados las orlas expuestas en los pasillos de la administración, distinguiendo cada uno de los caretos y comentando frases agradables… De pronto se detienen, ya cerca de terminar uno de los cuadros, preguntándose: “¿Y ése que parece drogadicto, qué habrá sido de él?”, “¡Oh, pero si era un alumno muy bueno! Estudió imagen y sonido, o algo así…”, “Lástima, tal y como se le ve, se echaría a perder".

En la vitrina, vi delante de mis ojos las dos listas casi completas con los nombres de mis compañeros. Detrás de mí esperaban más para apuntarse, alguien explicó que mañana pegarían otras dos hojas. No me gusta la orla porque no la necesito para recordar nada, yo ya tengo mis propios recursos para guardar lo que quiera de esos cuatro años de carrera. Esa orla me traería melancolía, mucha, me incomodaría verla, es un conjunto de fotitos del que en verdad no me siento parte. No quiero que me recuerden por estar ahí. Quien se acuerde de mí estupendo, quien no, pues no se acuerda. En verdad, por muy pocos quiero ser (y seré) recordado. Por eso, nada de orlas. Aunque claro, son cosas en las que hay que salir.
Pero, lo triste es que no sé explicarles a mis amigos por qué la orla me repele tanto, y se creen que si no quiero apuntarme y aparecer junto a ellos significa que me importan poco.
Encima, hay que pagar…

domingo, noviembre 12, 2006

La verdadera naturaleza del desamor (II)

(El proyector cascado)

Llego a casa e introduzco la llave en la cerradura… Noto cómo cada acción, cada mínima articulación es una lenta cadena de movimientos que se repite constantemente. Haga lo que haga, es la misma cadencia retardada, de segundos eternos, todo pausado, lento y monótono, en un compás de tres por cuarto, quizás a ritmo de vals.
¿Por qué, cada vez que veo Deseando amar ocurre lo mismo? ¿Por qué tengo la sensación de que estoy tan ralentizado como el Sr. Chow y la Sra. Chan cuando bajan a por tallarines, como esa nube extensa de humo de cigarro que sube lenta e irremediablemente, como esa lluvia intensa y repetitiva que cae intensamente?
La historia de amor más triste del mundo, sentenció Carlos Boyero en su crítica. El viernes día 10 de noviembre se proyectó en el Paraninfo de la Universidad de Málaga la segunda película del ciclo de cine de Wong Kar-Wai: Deseando amar. Posiblemente la obra maestra del cineasta chino. Un Wong Kar-Wai madurado visualmente, con un uso de la música, de la composición, un tratamiento personajes y de montaje abrumador. Esa fotografía, esa amalgama de colores que empaña toda la película. Ese Tony Leung y esa Maggie Cheung, tan grandes: lo que no se dicen, sus rostros, lo que se muestra, lo que se presta a la imaginación... Merece un estudio plano por plano, es poesía, un concierto de imágenes.
En una entrevista, Isabel Coixet le dio las gracias a Wong Kar-Wai por haber concebido Deseando amar. Como la directora catalana, yo también expreso en demasía mi reacción, sin concretar nada en esta supuesta crítica, con tantas observaciones subjetivas y exageradas. Prefiero no desvelar nada, porque cada vez que la veo descubro algo nuevo, no soy nadie para destripar cualquier cosa de esta película. Sólo vedla por favor; y, sin ánimo de egolatría, cuando las luces de la sala (de la habitación, donde sea…), os devuelva a la realidad, acordaros de mí, de este apasionado comentario. Un poco bastará…
Porque por algo me disfrazo bajo el nombre del Sr. Chow. No, no me parezco físicamente, no estuve casado, ni soy tan maduro como él... pero sé lo que siente. Sí que lo comprendo. Como el Sr. Chow, yo tampoco encajo los pasos del vals.

No me busquéis ahora, estoy enterrando mi secreto.

domingo, noviembre 05, 2006

Luces (II)

(Relatos bajo el flexo)

Reconociendo en mí su incertidumbre,
su inoportunidad,
su fotofobia,
y otras muchas tendencias y actitudes
que -lamento decirlo-
hablan poco a favor de esos ortópteros.

Dato biográfico, Ángel González


Poca luz se filtra a través de las mugrientas ventanas. En una destartalada mesa de un pub, dos amigos beben: uno muy musculoso, el otro mucho más delgado.
- Y yo que creía que ya habías olvidado todo ese asunto, canijo.
- Exageras, ya te he dicho que no pasa nada.
- Claro, no pasa nada, se te nota. Mírate, joder, un poco de orgullo.
- Aún se recuerdan muchas cosas, creía que sería más sencillo. Y otro problema es que siempre, de alguna forma, algo se interpone que te obliga otra vez a recordar. Mientras más olvidas, más recuerdas. Supongo que llegará un punto en que ocurra con menos frecuencia.
- Estás obsesionado, sácalo ya de tu puñetera cabeza.
- Deja de tratarme como un pobre idiota.
El amigo musculoso termina su jarra de cerveza, mira al otro moviendo la cabeza y pone los codos sobre la mesa, que chirría dolorosa por la masa de músculos que la sobrecarga.
- Oye, que está con otro, que se acuesta con otro.
- Ya lo sé.
El amigo acerca su cuerpo lentamente, la mesa cruje hasta que mantiene firme su pecho adelantado hacia su compañero. Abre la boca, preparado para su sentencia, deteniéndose gravemente en cada palabra:
- Que se folla a otro cada noche.
El voltaje de la bombilla que cuelga encima de ellos tintinea, recupera su intensidad.
- …ya.
- Estoy harto de decirte que mujeres hay por todas partes, las hay como moscas; y muchas están muy buenas. Vete a la discoteca y allí cada noche triunfas con una diferente. No sabes lo que es eso, no sabes vivir la vida, sólo lamentándote por una que te ha mandado a la mierda. Un poco de orgullo, coño. Pero tú nada, tú sigue en tu mundo. Fíjate en mí, joder.
- Déjalo -mira el reloj- gracias por preocuparte, tengo que irme.
Atraído por la mugre del suelo, la escasa luz y por el silencio, una cucaracha sale temerosa de su escondite. El musculoso se recuesta en el respaldo de la silla, orgulloso de su consejo, pero desconfía de que su amigo lo ponga en práctica. Lo mira como un caso perdido.
- Eh, no tienes luces ¿sabes? ¿Conoces esa expresión? ¡No tener luces! Pues a ver si las tienes...
El tipo delgado se vuelve a medias y asiente, continúa hacia la puerta. En un punto del camino sus pasos coinciden con el trayecto de la cucaracha, pero el ortóptero no se asusta.
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